HARÁN DE LOS CEMENTERIOS SUS CATEDRALES Y DE LAS CIUDADES VUESTRAS TUMBAS - Darío Argento y Lamberto Bava, 1985



CINE-FÓRUM LITERARIO PARA EL DESARROLLO DE UNA CULTURA APOCALÍPTICA Y EL ESTUDIO DE LA DEMONOLOGÍA

domingo, 29 de noviembre de 2020

Totalitarismo subliminal






Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Apocalipsis 13: 16-17


Algunos recordamos perfectamente las advertencias de parte de ciertas personas del mundo de la docencia y la educación que, desde principios de la década de los noventa del pasado siglo XX, hablaban sobre el futuro cercano de la humanidad, un futuro distópico y encaminado hacia una especie de totalitarismo subliminal que llevaría a cabo el control sobre el individuo y la vigilancia extrema sobre formas de pensamiento y estilos de vida en todo el planeta, de tal modo que para acceder al crédito necesario para vivir, viajar, formarse, etc, se exigiría el cumplimiento de determinados requisitos ( puede ser, por ejemplo, estar vacunado o, ya caminando hacia el contexto del armaggedon final, todos los requisitos sintetizados en un día de reposo universal, el Domingo, que aunque de momento resulta difícil imaginarlo como algo obligatorio, ya se ve en el horizonte la pérdida de ventajas sociales y económicas para quienes, como Daniel y sus camaradas en tiempos de Nabucodonosor, se nieguen a adorar en Domingo ). Por aquel entonces, muchos de los educandos que oían todo aquello con justificada incredulidad pensaban que eso no era posible, que la gente nunca permitiría la pérdida de su intimidad y sus libertades, ante lo cual el educador respondía apelando al terrorismo internacional o al exponencial crecimiento de la inseguridad ciudadana ante cierto tipo de amenazas globales como factores que pudieran justificar la toma de medidas tan extremas. Pues bien, con el paso de los años, la incredulidad de aquellos jovencitos educandos empezó a disiparse con acontecimientos como los atentados del 11 de septiembre del 2001, y ahora con el impacto global producido por la pandemia del coronavirus el hecho alcanza tal magnitud ( va todo tan rápido que ni tiempo tenemos para poder pararnos a pensar bien qué es lo que está pasando ) que ya sólo queda mirar la realidad de frente o ponerse una venda en los ojos. Aquellos docentes y educadores no hablaban de suposiciones fundamentadas en un sentir pesimista o subjetivo, eran gente que conocía bien ciertos temas de los que normalmente o no se habla o se minimiza su importancia, como la existencia de élites o grupos de presión cuyo poder e influencia sobrepasa al de las políticas nacionales, haciendo que la democracia sea un teatro al servicio de una agenda globalista y al de sus ideólogos. Tales ideólogos son personas abocadas a la filantropía, tienen un poder económico tan grande que sus problemas no son los problemas que tenemos las personas comunes. Su gran problema y propósito en la vida es regir el destino de la humanidad, y quieren hacerlo desde un sentir mesiánico, ya que ellos creen que su enorme poder económico es una señal de que han sido bendecidos por Dios y, por tanto, tienen una misión trascendente que cumplir. Ellos, además, son los que poseen información privilegiada acerca de cuestiones como superpoblación, cambio climático, y acerca de los potenciales recursos tecnológicos que pueden aplicarse con el objetivo de que la vida en este planeta sea, a pesar de todo, lo mejor posible. Es importante considerar estos aspectos acerca del perfil psicológico de los verdaderos gobernantes humanos de este planeta, porque no hay que verlos como enemigos, sino que debemos sentir empatía hacia ellos y reconocer que sus debilidades son las de todos nosotros en el caso de que estuviéramos en su misma situación de privilegio y poder. El Mal, cuando se manifiesta en los humanos, siempre tiende a justificarse con buenas razones y propósitos muy nobles o humanitarios. Hitler, por ejemplo, quería salvar a la humanidad de los planes de esa élite globalista que ahora nos gobierna, y cuando él ( al igual que otros de sus camaradas románticos, e hijos del romanticismo alemán ) expresó su deseo de morir antes que tener que vivir en un mundo en el que no merecía la pena vivir, estaban imaginando y temiendo el tipo de sociedad que ahora nosotros estamos viviendo ya de facto en la destrucción casi definitiva del Alma, y que en buena medida estaba descrita en los Protocolos de los sabios de Sión ( ya se ha escrito o se ha dicho que si Shakespeare, Lord Byron, Bécquer, Rimbaud, Chateaubriand, Hegel, Mozart, Beethoven, Wagner, Rosseau o Nietzsche resucitaran en la sociedad del siglo XXI, inmediatamente se morirían de tristeza )Por tanto, tener razón o tener buenas intenciones no libra al ser humano de cometer las peores atrocidades. Lo que sucede es que las élites de la actual gobernanza global conocen métodos más sutiles para someter a la población sin necesidad de fábricas de la muerte o campos de concentración ( y toquemos madera ). El enemigo verdadero es un enemigo espiritual, Satanás, una inteligencia maligna que a través de sus huestes de ángeles caídos, influye en las mentes de la gente de élite de tal modo que no sean conscientes de estar bajo control demoníaco. El tema de la percepción subliminal y procesos inconscientes, reconocida en la psicología académica a pesar de todos sus puntos oscuros, es fundamental para entender cómo el sentimiento filantrópico, tan propio y legítimo en el ser humano, puede caminar hacia un totalitarismo en el cual quienes no acepten integrarse en la nueva sociedad global serán de algún modo excluidos o perseguidos. Acerca de algunos de estos temas, tenemos en la película La invasión de los ultracuerpos  una memorable y poderosa metáfora, y buen exponente para llevarnos hacia el terreno de la macrodemonología. En los minutos finales de la película aparecen algunos de sus protagonistas, aquellos que no han renunciado a la Verdad pero que se ven obligados a sobrevivir en ese sistema totalitario, fingiendo, para poder subsistir sin ser señalados por el dedo acusador de los servidores del maligno, que son parte de ese sistema. Resulta irónico: el gesto final de Donald Sutherland nos indica que, aunque nos veamos obligados a ello, esa táctica no puede funcionar durante mucho tiempo, y acabaríamos sucumbiendo ante la presión social. Lo recomendable es, por tanto, salir de Babilonia en un sentido extremo, salir de la "civilización".


Tenemos la Palabra de Dios precisamente para no ser arrastrados por las pretensiones del ego humano, porque lo que hace que estas élites estén bajo el control de Satanás es su egolatría, y el mesianismo alimentado por aquella y por esas ideas masónicas que les enseñan en sus clubes elitistas. Sin embargo, a esas élites y al Enemigo de Dios y de los hombres ya les queda poco tiempo y, como está profetizado en el Apocalipsis de Juan, serán destruidos con el resplandor de la gloria de Cristo cuando el velo de la realidad caiga y aparezca en el cielo a la vista de todos. Y debemos saber que Cristo vendrá para destruir el Mal y para darnos vida eterna a todos, en un mundo eterno de Amor y progreso en el conocimiento de la Verdad y siempre hacia la Verdad, libres por fin del pecado y de la vanidad humana.