HARÁN DE LOS CEMENTERIOS SUS CATEDRALES Y DE LAS CIUDADES VUESTRAS TUMBAS - Darío Argento y Lamberto Bava, 1985



CINE-FÓRUM LITERARIO PARA EL DESARROLLO DE UNA CULTURA APOCALÍPTICA Y EL ESTUDIO DE LA DEMONOLOGÍA

lunes, 17 de abril de 2023

El Exorcista III: presencias, criminales y enfermos mentales

 


Después de más de diez años desde la aportación de John Boorman a la saga, el propio William Peter Blatty retomó el paisaje de Georgetown en The Exorcist III, película tan irregular en su conjunto como impresionante. En cuanto a cuestiones demonológicas tal vez no aportaba nada nuevo respecto a sus predecesoras, pero vamos a destacar algunos puntos interesantes.


1. William Kinderman

El personaje encarnado por George C. Scott viene a ser, desde la posición de un ateo, bastante similar a lo que el padre Lamont (Richard Burton) representaba desde el ámbito de la Fe y la religión: un ser humano abrumado ante la maldad, los crímenes y la injusticia en el mundo, adoptando en este caso una postura cínica, escéptica y malhumorada ante un mundo donde él no es capaz de ver ni a Dios ni a Satanás. Aunque Kinderman es fundamentalmente un hombre bueno, no hay en la película ningún crecimiento espiritual para él. Arranca como personaje ferozmente ateo, y culmina su trayecto con esa misma ferocidad con la cual le da el tiro de gracia a su amigo Karras, liberándolo de una existencia tortuosa y a merced de los demonios. No hay valores teológicos y cristianos que resaltar, pero eso hace que estemos ante una película de una sordidez ambiental y una ferocidad en sus temas que tal vez no han sido debidamente consideradas.  Nada que ver con el azúcar new age de Boorman, aquí solo para mentes y estómagos muy curtidos.


2. El paisaje de Georgetown

Lo espiritual influye en las mentes de los criminales, y está siempre acechando en la oscuridad. Ese es el mensaje principal de la película, que detrás de un crimen, de una mala acción, de un directivo corrupto, de un enfermero o enfermera corrupto, o de un sacerdote corrupto, está la influencia de los demonios. Hay que fijarse en ese estudio de la nocturnidad en las calles de Georgetown, la noche como la hora de las tinieblas, la niebla y los vientos como "portadores" de espíritus malignos, los efectos sonoros que acompañan a las presencias invisibles en el mundo humano (incluso en el interior de los templos católicos) a través de rugidos y extraños susurros, todo ello demasiado brusco y estereotipado tal vez, pero que nos recuerda que ciertamente el diablo, a través de sus legiones de "sicarios" de los "bajos fondos" del mundo humano, está siempre acechando y buscando a quien devorar ( 1 Pedro 5: 8 ). Cada vez que, estando en nuestros hogares o simplemente en cualquier lugar de la calle, nos asalta un mal pensamiento que es extraño a nuestra personalidad, una sensación opresiva o depresiva a la manera de un bajón inexplicable en nuestro estado de ánimo, una desesperanza o cualquier cosa similar, recordemos que siempre hay cerca algún demonio rugiendo o susurrando. Cuando somos conscientes de estas cosas más facilmente recurriremos a la oración para que Cristo, nuestro defensor, nos libre del Mal. 



Una secuencia especialmente interesante es la de la imagen de un Cristo que abre los ojos cuando los vientos irrumpen violentamente en el templo católico. Los vientos son "portadores" de demonios ( o de ángeles de Dios, según el caso) y lo que esta secuencia significa es la invasión violenta del templo, y la "posesión" de uno de los ídolos católicos allí contenidos. Desde la antigüedad, y conforme a la ley de los antiguos hebreos, la adoración de imágenes está vinculada al poder satánico. Y, más concretamente, la fabricación de objetos antropomorfos es un acto de blasfemia que atrae a demonios. Se ha popularizado mucho la muñeca Annabelle, pero desde figuras religiosas hasta muñecos de todo tipo son especialmente peligrosos porque atraen la mirada y la atención humana y esto de alguna forma facilita que tanto el que mira al objeto antropomorfo como ese mismo objeto sean de alguna forma "poseídos" o infestados por demonios. Ello parece tener una explicación psicológica, muy vinculada con la especial fascinación que los objetos antropomorfos producen en la mente humana.

3. ¿Resurrección o vampirismo?



La película nos trae de nuevo al padre Karras, y lo hace utilizando argumentos muy peregrinos. Desde una mirada más superficial, supuestamente un criminal conocido como el asesino de géminis, tras morir en la silla eléctrica, posee el cuerpo de Karras como una forma de poder prolongar sus crímenes en el mundo humano, formando parte de un plan de venganza por haber liberado a Regan (la Rosa) del grupito de demonios mercenarios que la habían poseído. Lo cierto es que en la película aparecen conceptos erróneos sobre la inmortalidad del alma, así que vamos a considerar que lo que realmente sucede es que el ente demoníaco que influía en la mente y en la personalidad del asesino de géminis ( quien realmente muere en la silla eléctrica ) es quien posee, junto al grupo de mercenarios, al cuerpo medio muerto de Karras. Entonces Karras vuelve a moverse en el mundo de los vivos como una especie de vampiro, un difunto que tras supuestamente morir, vuelve a la sociedad donde vivía y tenía sus amistades para cometer crímenes abominables. Por tanto, lo que sobre el regreso de Karras se plantea en esta película está a medio camino entre los rituales vudú, el tema zombi y similares. Lo más importante es esto: los demonios necesitan poseer un cuerpo humano para poder actuar en el mundo físico humano de forma más directa y cruel, lo cual les proporciona un placer muy especial que no obtienen con las formas habituales de interactuar con los humanos, como son la influencia demoníaca externa o interna.    


4. "Los catatónicos son fáciles de poseer"

Como ya hemos visto en este forum, el correcto funcionamiento del sistema cerebro-mente es crucial para que el ser humano esté protegido de las posesiones diabólicas y de toda forma de influencia demoníaca. El caso es que la ciencia médica lleva tres siglos luchando contra las creencias que promueven el miedo contra los enfermos mentales, durante siglos considerados como seres poseídos por demonios.  Pero, digan lo que digan, el terreno de los enfermos mentales es siempre peligroso, como demuestran sus extrañas e inquietantes conductas, aunque no impliquen daño propio o a otras personas. Porque ¿qué hay en el fondo de la mente de un autista o de un esquizofrénico catatónico?. ¿Qué hay en el fondo de la mente de un enfermo de Alzheimer, cuyos "olvidos" y conductas extrañas llenan de pesar, ansiedad, impotencia y profunda tristeza a sus seres más queridos y cercanos?. El Mal está por todas partes y en todos los males que nos afectan como humanos, porque solo quiere hacer sufrir al ser humano. En definitiva, podemos estar seguros de dos cosas: la ciencia  jamás podrá conocer la verdadera fuerza destructiva y controladora que alimenta a ese tipo de enfermedades ( que, al ser específicamente "mentales" tienen una especial conexión con el mundo espiritual ), y la ciencia médica no deja de ser, con todos los peros y matices que queramos meter, un instrumento en manos de Dios para aliviar, en la medida de lo posible y lo permitido, el sufrimiento humano.