Ya bien entrado el otoño, y mirando hacia las primeras luces del 13 de diciembre ( Santa Lucía ), tal vez conviene orientar el alma hacia ese ámbito del terror y la fantasía más familiar y hogareño, el de los cuentos de hadas, considerando a los hermanos Wilhelm y Jacob Grimm como folcloristas encantadores y sesudos que nos trajeron la verdadera alma de Europa a través de sus cuentos. La película El maravilloso mundo de los Hermanos Grimm puede ser una buena elección para ir dando inicio al ciclo del profundo invierno que se acerca, cuando las noches largas y frías invitan a disfrutar el hogar o refugio, a la luz de las velas o de una hoguera, escuchando historias al gusto de todas las edades, desde los más pequeños a los más ancianos, historias folclóricas a menudo intercaladas entre los pasajes bíblicos que, en las sociedades tradicionales, los padres y las abuelas exponían a sus niños para protegerlos de los males del mundo y advertirles de los engaños demoníacos. Consideremos, pues, a los Cuentos de Grimm y similares como una versión más familiar ( y navideña ) del cine de horror del que habitualmente nos ocupamos aquí porque, tanto en un caso como en el otro, el meollo del asunto sigue siendo el mismo: la demonología, o la realidad daimónica, según Patrick Harpur. Y, dicho sea de paso, también es la época del año para repensar o revisar la saga de las nueve películas de Star Wars, pues ésta no es otra cosa que un cuento de terror, con sus héroes, príncipes, princesas, brujerías y demonios, en clave infantil-juvenil para adultos.