La noche de los Demonios (1988) es otra pequeña joya que puede ser ubicada dentro de la tradición europea de Bava y Argento, a pesar de ser norteamericana. Al igual que Demons (o Evil Dead de Sam Raimi), película alejada del mainstream, hecha con cuatro duros pero con ingenio y talento. Oscura, satírica, a menudo claustrofóbica, ofrece un manual básico de demonología al mostrar de forma clara, y hasta demasiado estereotipada, cómo las personas que tienen actitudes perversas serán en primer lugar y más facilmente poseidas por demonios. Por contra, la joven protagonista, simbólicamente disfrazada de cenicienta, representante de la pureza, es la que sobrevive al final junto al hijo de un pastor protestante. El que, en este caso, no sobrevive, es el anciano cascarrabias que le pone voz a la censura contra los vicios y las fiestas nocturnas de la juventud estadounidense tan propia de este tipo de películas, haciendo una especie de sustitución de la gamberrada final de Lamberto Bava en Demons, quien mató a su cenicienta como un modo de distanciarse del planteamiento inicial según el cual la virgen pura y santa debe sobrevivir. Aquí sobrevive la cenicienta a cambio de matar ( ¡y de qué manera! ) al representante de la moral cristiana, en una suerte de ejercicio de moralismo autocrítico.