Como reencontrado en una caja de esas que guardan antiguas ediciones de libros polvorientos y con olor a moho, libros que pertenecen a otras épocas y a otras formas de vivir la cultura, la mítica novela de William Peter Blatty merece unos apuntes antes de abordar la adaptación cinematográfica de William Friedkin. Para empezar, hoy en día resulta doloroso escuchar ciertas opiniones de parte de personas muy formadas y que te dicen, especialmente cuando tratas de hablarles del conflicto cósmico y de la lucha contra el Mal, que para ellas el bien y el mal no existen, y se acogen a algunas de las fórmulas del pensamiento posmoderno. Así que, y volviendo a eso de la importancia que tiene el tener conciencia del mal a cuento de lo visto en Demons, la novela de William Blatty nos retrotrae a una cultura mucho más creyente y religiosa en comparación con la inmediata actualidad. No obstante, su énfasis en la dimensión humana y psiquiátrica de la "posesión diabólica" es tan amplio y profundo que le ortorga al lector un margen de libertad desde el cual pensar en la posible existencia del Diablo sin imposiciones ideológicas que obstaculicen el pensamiento escéptico, pero sin dejar de ser una novela profundamente religiosa, y escrita principalmente para personas con inquietudes religiosas. También es verdad que la novela está contaminada de teorías pseudocientíficas procedentes del mundo de la parapsicología y de la demonología más folclórica, pero se podría decir, en líneas generales, que es un buen referente sentimental de una época que ya pasó, indagación novelesca sobre posesión o estados sugestivos de la mente, descripción sociológica de un mundo gris y crepuscular, obra seminal para todos los apasionados del estudio de la mente humana en sus recovecos más oscuros y de la psicología en general, y vindicación, a pesar de los pesares, del necesario poder redentor de Cristo.
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