La película The Mothman prophecies está llena de teología, y destaca más por su riguroso espíritu documental e investigador que por su calidad cinematográfica. A grandes rasgos, expone una de esas historias para meditar sobre la relación entre el ser humano y las inteligencias invisibles que pueblan nuestro universo, sobre la crueldad de los "dioses" que aprovechan su conocimiento superior para torturar a los seres inferiores que viven en tinieblas espirituales. "No nos permiten saber", porque la ignorancia nos hace esclavos de los demonios.
Percepción subliminal
Somos esclavos de aquello de lo cual no somos conscientes. Cuando lo traemos a la luz del conocimiento y la conciencia ya podemos ser autónomos y no autómatas
En la entrada anterior vimos algo sobre la percepción subliminal; son percepciones por debajo del nivel de consciencia normal, por tanto son estímulos que recibimos sin ser conscientes de ellos, pero son "leídos" por nuestra mente a nivel subconsciente y terminan influyendo en nosotros. Somos como seres ubicados en un universo en el que estamos constantemente recibiendo mensajes procedentes de fuentes desconocidas, y a veces esas fuentes son claramente malévolas. Cuando la Palabra de Dios nos advierte sobre el Diablo, el cual actúa como león rugiente dispuesto a devorarnos ( 1 de Pedro 5:8 ), se refiere al peligro de dejarnos influir por los mensajes de carácter demoníaco que nos llevan a error y destruyen nuestras vidas. Pero, por otro lado, cuando pedimos la guía y la protección del Espíritu Santo no hacemos otra cosa que abrir nuestra alma y nuestra percepción a los mensajes de los ángeles de Dios, estamos reforzando el filtro por el cual los mensajes de los demonios ya no tienen poder para influir sobre nosotros. Por eso la Palabra insiste en la necesidad de estar en constante y perseverante oración, porque cuando nos descuidamos en ese sentido, volvemos a escuchar las "voces" de los demonios.
En resumen, tanto los demonios como los ángeles de Dios nos "hablan" a través de percepción subliminal, y es así porque forma parte de las reglas establecidas por el Creador en su plan de salvación. Imaginemos por un momento que oyéramos las voces de los ángeles o de los demonios de forma consciente y conforme a la experiencia acústica normal. En tal caso no existiría el libre albedrío, no podría elegir a qué clase de voz quiero obedecer ni en qué quiero creer o en qué quiero dejar de creer. Cuando tenemos pensamientos erróneos, inspirados por el Diablo, tenemos la Palabra y la guía del Espíritu Santo para saber que ese pensamiento viene del enemigo. Pero, como ya vimos, en algunos casos de esquizofrenia tenemos a personas que están siendo torturadas por "voces" de demonios que se manifiestan a nivel consciente y conforme a la percepción acústica normal, con lo cual el poder destructivo de las palabras malévolas se multiplica por mil. La persona no sólo no puede escapar a esas voces que se manifiestan de forma intrusiva y sin pedir permiso, sino que además, a nivel de pensamiento o actitud, sólo tiene una opción: negar la realidad de esas "voces" conforme al diagnóstico psiquiátrico y considerarlas una mera alucinación auditiva que puede ser tratada a base de psicotrópicos. Y muchos terminan suicidándose o viviendo y muriendo en la indigencia.
La clave está en el funcionamiento cerebral
La cuestión es ¿por qué esas personas pierden la protección contra los demonios?. La película, bastante rigurosa a la hora de explicar enigmas, muestra el ejemplo de la esposa del protagonista. Ella padece un tumor cerebral, por eso puede ver u oír a los demonios. Y él comienza a ser manejado por los demonios a partir del trauma vivido. Es decir, el fundamento está en una correcta configuración y un buen funcionamiento del sistema cerebro-mente, porque para eso lo ha creado Dios de esa manera. Un tumor, un trauma psicológico, las malformaciones neuroanatómicas, el consumo de drogas, etc, afectan a las funciones mentales y a las redes neuroanatómicas que preservan el filtro que nos protege de percibir aquello que sería perjudicial para nosotros: murmuraciones y susurros constantes procedentes de millares de voces que odian y desprecian profundamente a la humanidad y a la creación de Dios.
La película también responde a la cuestión sobre la naturaleza de esas "voces". Aparecen vistas aéreas que descienden a la altura del protagonista humano, acercándose a su espalda o rostro, se escuchan susurros o murmullos muy sutiles y el humano recibe algún tipo de impresión o pensamiento, y cree que esa impresión procede de su propio pensamiento, aunque no sea así. Aunque la película tiene a un demonio como protagonista ( la figura alada del "hombre-polilla" ) la presencia de los ángeles de Dios puede estar implícita en algunos momentos. Pero a la hora de comprender cómo esas voces pueden "materializarse" de forma selectiva en forma de una percepción sonora inteligible se nos ofrece una explicación basada en la energía: esas "voces" serían generadas por medio de "impulsos eléctricos". La imagen arquetípica de un demonio, o un ángel, físicamente presentes pero invisibles que se acercan al oído para susurrarnos tal vez no es más que una idea estereotipada. Lo que en verdad sucede en la mente de un esquizofrénico es que recibe "corrientes de energía" que son decodificadas en su cerebro en ausencia de filtro. Así pues, los demonios, aunque son corpóreos y hablan, se manifiestan por medio de la energía y como energías que cobran forma en función del imaginario colectivo o de las particularidades socioculturales.
Por último, la película nos regala una joya final, el enigma del número 37. John Klein ( Richard Gere ) se pasa la película siendo utilizado, torturado psicológicamente y manipulado por los "dioses". Sin embargo, no ha sido en vano porque logra salvar la vida de la víctima número 37. Una forma de decirnos que, a pesar de los tejemanejes y manipulaciones de los demonios, los ángeles de Dios también han estado ahí, acompañándole, para un buen propósito.