Con la película Psicosis inauguramos otra etapa del cineforum en la que podremos seguir estudiando aspectos de demonología prescindiendo de los elementos fantásticos o explícitamente sobrenaturales. Sin embargo, en este caso veremos un detalle muy interesante. Y es que pareciera que Alfred Hitchcock fue el primer cineasta que insinuó, con su característico pundonor psicoanalítico y sutileza, que detrás de todas las psicopatologías con consecuencias criminales está la influencia de los demonios como inductores de las enfermedades mentales, algo muy reconocido en algunos ámbitos religiosos. Vamos por partes...
1. Un escenario daimónico,una pesadilla en blanco y negro
Existe una generación de espectadores cuya espiritualidad gótica y romántica se alimentó de la ensoñación acerca de un viaje por carretera durante una noche lluviosa e inquietante. De repente aparece un desvío que conduce al Motel Bates, una construcción de maderas carcomidas y polvorientas, y sin embargo puede resultar acogedor, en un paraje desolado, extraño, que parece irreal y surgido del subconsciente de los personajes. Todo ello coronado por la imagen de esa casa que se alza sobre un montículo allende del motel, tenebrosa, hechizada y hechizante, inmediatamente sabemos que el origen del mal está en la casa.
2. No robarás
La primera protagonista del relato es una mujer que roba dinero. No puede haber película de terror sin personajes que hagan algo malo para justificar la intervención del mal, que en estos casos es un mal que actúa a modo de justicia divina que cae sobre los pecadores, como tantas veces hemos visto a estas alturas. Pero resulta interesante ver cómo Hitchcock construye una parábola sobre la codicia desde la misma condición maligna del dinero y del uso perverso que el ser humano le da. Primero, alguien utiliza el dinero como forma de fanfarronear ante la mujer atractiva, posteriormente ese fajo de billetes oculto bajo el papel de periódicos aparece, con recurrentes planos en zoom, rodeado de un halo de malignidad. Tras la famosa escena de la ducha, y una vez la justicia macabra del slasher ya ha intervenido, empieza el verdadero recorrido para resolver el enigma psiquiátrico y demonológico.
3. El psiquiatra no tiene ni pajolera idea
Así pues, sobre esta película se puede hacer una lectura estrictamente demonológica. En sus minutos finales aparece el personaje que da una explicación psiquiátrica sobre el caso de Norman Bates, con todo lujo de detalles y un discurso perfectamente hilvanado y coherente. El espectador, claro, lo compra con la boca abierta, pero es todo apariencia. Hitchcock, con su plano-secuencia, nos saca inmediatamente de ese escenario porque quiere decirnos algo muy distinto ( sí, MUY distinto ) a lo que nos dice el psiquiatra pedante, llevándonos hasta la celda donde está Norman. Aparece, muy fugaz y sutilmente, la imagen de la calavera de la madre sobre el rostro de Norman, indicando el carácter sobrenatural de la fuerza que guía a Norman Bates. Pero sobre todo hay que fijarse en la expresión estrictamente demoníaca de la sonrisa final. El rostro ligeramente inclinado y la mirada fija en el objetivo ( en este caso es la cámara ) es una forma expresiva que el cine ha utilizado como código de maldad demoníaca. Veamos el caso de ilustres posesos como Jack Torrance:
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