Tu tienes el cuerpo, y yo tengo el cerebro
En la segunda parte de Pesadilla en Elm Street, Freddy Krueger encarna, con mayor énfasis incluso que en la anterior, a un ente demoniaco que acosa a un varón adolescente. La vieja casa de Nancy se ha convertido en leyenda urbana, en una de esas casas encantadas donde sucedieron hechos terribles y que alimenta los miedos de la vecindad, y Freddy ya no es sólo el hombre del saco que habita en elm street, sino un ente demoniaco ubicado en una casa concreta. En realidad, parece más una película de Amityville que otra cosa, por eso ha sido bastante denostada a lo largo del tiempo, y sin embargo ahí radica su encanto, en esos planos-secuencia del interior del hogar en la noche profunda, representando a la presencia demoniaca que acecha al durmiente y le inspira sueños y pesadillas angustiosas.
Acaba siendo, también, una más sobre posesión demoniaca, casi siempre son los niños o adolescentes los acosados y poseidos por demonios que significan, desde un prisma psicoanalítico, el yo oscuro e irracional del adolescente. Esa mezcla de demonología y psicoanálisis no termina de cuajar, pero es interesante el hecho de que Krueger utiliza el atractivo físico de Jesse ( Mark Patton ) para atraer a sus víctimas, en este caso, un entrenador de secundaria gay, su novia, y su mejor amigo que también es medio gay. Esa utilización de la homosexualidad puede ser bastante desconcertante, pero la cosa va más en el sentido de considerar el sexo sucio como forma de atraer víctimas para poder matarlas. No olvidemos que Krueger procede de la misma tradición que Michael Myers o Jason Voorhees, la del puritanismo cristiano radical.
En demonología, las relaciones sexuales fuera del compromiso matrimonial entendido como un pacto hecho ante la presencia de Dios, son un acto instigado por demonios que tientan a alguna víctima utilizando las apetencias sexuales descontroladas. Teóricamente, la relación sexual implica un intercambio o un traspaso de energías espirituales, con lo cual nuestra mente y nuestra alma queda impregnada de algo que procede de la persona que está siendo utilizada por demonios. El objetivo: "contaminar" a la víctima, la cual estará bajo influencia demoniaca, y a su vez buscará contaminar a otros. El sexo es un arma poderosísima con la que los demonios consiguen propagar rápidamente su influencia en nuestra sociedad.