"Así, pues, cuando vemos, a la entrada de la noche, durante el invierno, a los cuervos posados en la desnuda copa de alguna encina, suponemos que siempre vigilantes y atentos se sostienen con inaudito esfuerzo en medio de las tormentas y las nubes; empero, indiferentes al peligro y llamando a la tempestad, todos los vientos arrullan su sueño: el mismo aquilón lo fija en la rama de donde creemos va a precipitarlos; y cual viejos pilotos cuya movible cama pende de los combatidos mástiles de un bajel, cuanto más azotados se sienten por la tempestad, más profundo es su reposo"
Chateaubriand en El genio del cristianismo
El texto de Chateaubriand ejemplifica el espíritu del romanticismo, y nos sirve como enlace hacia la relación que pudiera existir entre la demonología y la cultura gótica. Pero vayamos por partes, en primer lugar hagamos algo de historia cultural. Suele decirse que la estética romántica del siglo XIX surgió como reacción al racionalismo del XVIII. Cabe decir que las luces del XVIII fueron, en parte, un movimiento liberador para la cultura de occidente, posibilitando que el conocimiento científico y el corpus legislativo se emanciparan respecto del autoritarismo teocrático medieval. Sin embargo, esa razón del racionalismo quedó desvirtuada al ser convertida en un ídolo, fruto de la teocracia secular. Contra esa visión reduccionista de la realidad, el movimiento romántico reivindicó la oscuridad complementaria a las luces de la cultura ilustrada. Lo irracional, para los románticos, es esa oscura dimensión de la realidad donde habita lo invisible, independientemente de que sea bueno o malo para el hombre. En consecuencia, un romántico, o un alma gótica, no es necesariamente un ser oscuro o amante del mundo demoníaco. Simplemente es alguien que cree en la existencia de ángeles y demonios, o al menos tiene conciencia de esos espíritus que están ahí, de algún modo, influyendo o interactuando en nuestra existencia como humanos. Lo oscuro, recóndito, aterrador y abandonado del mundo es para él un estado y un lugar atractivo donde se puede sentir cómodo, pero siente esa curiosidad morbosa que le pone en peligro de ser afectado por la actividad demoniaca. El demonólogo comparte esa misma visión de la realidad, pero la actitud es muy diferente. Por cuestiones deontológicas, debe ser semejante a los cuervos en la tempestad de Chateaubriand, ya que su misión le obliga a enfrentarse con las fuerzas oscuras del maligno, y en esa lucha debe permanecer firme e impasible ante la presencia del Mal ( como el personaje representado por Max von Sydow en The exorcist, pero de ello ya hablaremos ). En definitiva, y enlazando con una entrada anterior, la persona de alma gótica tiene el perfil de un parapsicólogo inspirado por la vanidad personal y por el morbo, mientras que el demonólogo, quien igualmente tiene alma gótica, se mueve por firmes principios éticos, morales y religiosos, sabiendo que en este mundo hay luz y oscuridad, pero sólo la luz de Cristo es verdadera y permanecerá por sí misma.
Acerca de esa tempestad que acecha a los impasibles cuervos, tenemos en Quella villa accanto al cimitero una de las representaciones más completas sobre los lugares encantados. El encantamiento no sería únicamente algo oscuro y demoniaco cuando sirve simplemente para fortalecer la conciencia de que el mundo espiritual existe, al igual que la lucha invisible entre el bien y el mal. Y que, por ende, existen lugares-situaciones horrendos y peligrosos donde el demonólogo debe subsistir para llevar a cabo su misión. Fijémonos, no obstante, en que uno de los protagonistas ausentes del relato, conocido como Dr. Peterson, confiesa su incompleta alma gótica, esa perversa atracción hacia el Mal que le hará perder el juicio y acabar con su vida. Semejante al afán investigador que acaba con la vida de su alumno y la de su esposa, ejecutados por el Dr. Freudstein, horrenda caracterización del Mal. Sólo los niños sobreviven al final, pero son ellos quienes, ya desde los primeros momentos de la película, manifiestan estar movidos y conectados mutuamente por influencias demoniacas, algo que analizaremos con más detenimiento en otra ocasión. Por último, la película ofrece escenarios y sonidos que son una delicatessen para el alma romántica; el aullido de animales nocturnos, la espesa niebla entre tumbas y árboles de otoño, el suelo, paredes, puertas y muebles de madera que crujen y chirrían, la imagen del polvo y la telaraña que recubren materiales antiguos, recuerdos antiguos, libros y archivos rescatados en una biblioteca antigua. Todo ello a modo de lugar real y simbólico donde lo humano se relaciona con lo demoniaco de una forma muy peculiar, planteando un enigma muy relacionado con los niños protagonistas.
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