HARÁN DE LOS CEMENTERIOS SUS CATEDRALES Y DE LAS CIUDADES VUESTRAS TUMBAS - Darío Argento y Lamberto Bava, 1985



CINE-FÓRUM LITERARIO PARA EL DESARROLLO DE UNA CULTURA APOCALÍPTICA Y EL ESTUDIO DE LA DEMONOLOGÍA

miércoles, 17 de julio de 2024

El disfraz del diablo

 



La profecia es esa película donde las cuestiones demonológicas se ubican en el plano de la macrodemonologia, más concretamente en el plano de la política y de los acontecimientos mundiales. En películas como El exorcista, o la recientemente vista The Conjuring, siempre se aborda el tema de los ataques satánicos a individuos o familias a través de la posesión diabólica, aquí en cambio nos plantea la posibilidad de que Satanás pueda dominar y destruir a la humanidad mediante la utilización de los grandes poderes políticos, como puede ser el presidente de los Estados Unidos de América. También aborda el tema de la profecía del Apocalipsis de San Juan, y lo hace trayéndonos algunos de los tópicos o las ideas más populares en torno al 666, la marca de la Bestia y el Anticristo. La representación que de todo ello se hace es popular y alucinada, sin embargo sí que señala con acierto a la trama de poderes religiosos que trabajan para Satanás, y se nos muestra o menciona la conjunción entre los agentes del Vaticano y los judios sionistas (eso que ha dado en llamarse "judeo-masonería"). Todos trabajan para abrir camino a la venida del Anticristo, donde el eje Jesusalen-Roma-Londres-Washington juega un papel fundamental.

Lo más importante es ver cómo Satanás adopta la imagen de un niño angelical, un rostro amable y tierno, se disfraza de ángel de luz para engañar y alcanzar objetivos. En nuestra realidad política y social inmediata, utiliza palabras como "amor", "democracia", "tolerancia", "igualdad", "progreso", "paz", "seguridad", "justicia", etc, toda esa propaganda que nos llega a través de la televisión, y es ese discurso de valores dominante al que tenemos que creer y seguir, y que en el fondo responde a planes satánicos. 

El papel del embajador Thorn (interpretado por Gregory Peck) en los instantes finales de la película es realmente macabro y muy significativo, porque, ante los ojos de la policía y de la opinión pública, no es más que un loco fanático que intenta degollar a un niño en el altar de una iglesia, aunque desde la perspectiva del personaje el niño en realidad no es un ser humano, sino un "disfraz" y una apariencia, y ello hace que esta película sea realmente provocadora y explosiva para la mente: los Creyentes que tienen el deber de "aplastar la cabeza de la serpiente" se pueden ver representados en esa situación en la que son criminalizados por defender la Verdad y por "matar a los Satanistas". También Dios, en ciertos pasajes del Antiguo Testamento, mandó degollar y masacrar sin piedad a ciertas poblaciones (niños incluidos) del entorno del pueblo hebreo, pero, desde la perspectiva de Dios, no son asesinatos sino un acto de verdadero Amor Divino, porque esas gentes se estaban autodestruyendo y estaban espiritualmente muertos. Por ello Thorn debe pensar que el niño "no es humano", y que su deber es detener el avance del Mal antes de que sea demasiado tarde. Pero no lo consigue, y la sonrisa es el emblema de la victoria satánica. Por contra, si Dios destruye vidas humanas, lo hará siempre con sentir y gesto compungido por causa de nuestras rebeldías.


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