Yo les digo que sin tardanza les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? - Lucas 18:8 -
Mirando a la película de Wolfgang Petersen, hay algunas palabras o expresiones que llaman la atención. Como punto de partida, consideremos que esta película - como el libro de Michael Ende - trata sobre la relación que cualquier persona puede establecer con el "otro mundo", o con las realidades espirituales. Pero siempre hemos de tener en cuenta esto: una cosa son los mundos creados por la imaginación humana (el reino de Fantasía) y otra las realidades espirituales que de alguna forma los inspiran (el Reino de los Cielos, o el conjunto de criaturas preternaturales que forman parte de la creación de Dios).
Palabras o expresiones como "soñar despierto", "las esperanzas y los sueños", "soñar", "desear", "hacer lo que estoy soñando", se refieren al contacto establecido con ese "otro mundo". Bastian establece contacto y relación con Fantasía, con un mundo imaginario, que no es el Reino de los Cielos, pero que ya le otorga un horizonte existencial más amplio que la simple realidad cotidiana. Dado que la misión de Bastian consiste en "soñar" y en darle un nombre nuevo a la emperatriz infantil, se afirma que ese "otro mundo" es dependiente de la existencia humana, mientras que la existencia humana es dependiente del Reino de Dios y de su poder y autoridad para dar o quitar la vida del hombre. Y dado que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, lo que de su imaginación surge puede tener familiaridad o similitud con las creaciones de Dios. ¿Podemos decir, en consecuencia, que la contemplación de o el "contacto" con Fantasía nos remite de alguna manera a las maravillas del Reino de Dios en la eternidad?. En cierto modo sí. Alguna vez se ha escrito que los mundos de fantasía (pensad en Tolkien, en El mago de Oz, en el País de Nunca Jamás, en todo el imaginario de Star Wars) son una "sombra" o "reflejo menor" de lo que existe en la eternidad de Dios y de su reino. La imaginación humana no puede concebir cómo será la vida en la eternidad, pero algo sí que sabe, es lo único que podemos concluir.
En realidad, cuando Bastian tiene el reto de "soñar" o "desear" - y en especial en ese gran momento final de la película en el que grita el nuevo nombre de la emperatriz infantil - se está hablando de dar el gran salto hacia la Fe, a creer que verdaderamente estamos en relación con inteligencias del "otro mundo", que nos escuchan y que saben de nosotros, como nosotros, aunque muy vagamente, podemos saber de ellas. Para unos, son los gnomos, las hadas, los silfos, duendes y demás espíritus elementales. Para los cristianos, el mundo angélico y el Espíritu Santo. En ambos casos, se va más allá de la realidad mundana. En el primer caso, existe mayor peligro, porque Satanás puede utilizar ese imaginario para llegar hasta nosotros o manipular de alguna manera.
Cuando no nos atrevemos a creer, simplemente soñamos. Podemos presentir a esas entidades espirituales en relación con nosotros, pero como no nos atrevemos a creer que son una realidad, decimos que estamos "soñando", y eso ya es reconfortante. El siguiente paso, tomárselo en serio, es lo que hace Bastian en ese gran momento final: "haré lo que estoy soñando". Es decir, sueña que la supervivencia del reino de Fantasía depende de que él grite el nuevo nombre de la emperatriz. Pero cuando dice "haré lo que estoy soñando" ha decidido creer que eso verdaderamente es real y no un simple sueño. El sueño y la esperanza se materializan. Dar ese paso es arriesgado porque, una de dos, o estamos en lo cierto, o ya hemos perdido el juicio. Dichosos los locos y los soñadores.