Volviendo a Dèmoni de Lamberto Bava, película que utiliza los motivos del denominado cine gore para crear lo que en su día consideramos era una ilustración sobre el advenimiento de los demonios a la tierra valiéndose de la estética cyberpunk, muy ochentera por lo demás. Pero si hacemos una rápida visualización de toda la película, veremos que resulta mucho más interesante si la consideramos desde el prisma de la descripción sociológica. Y, en relación con esto, la banda sonora juega un papel muy importante. Esa sociedad urbana aparece musicalizada con heavy-metal y con el pop más estridente de la época, los sonidos propios del satanismo contemporáneo, donde las ciudades concentran todos los modos de vida insanos, las drogas, los ruidos, la suciedad, y la perversión babilónica en general. Fijémonos en las primeras imágenes de la película.
Aparece Sharon, la joven protagonista de la película, viajando por la ciudad en metro. Su mirada y la expresión de su rostro reflejan miedo o inquietud ante la gente que la acompaña en el metro. Fijémonos en cómo va vestida, los libros que sujeta en sus manos, la expresión de sus ojos, la modestia y humildad de su carácter. Ella es la antítesis de la gente perversa de la ciudad, la figura inocente en medio de una sociedad demoniaca que aquí aparece representada bajo el estereotipo de la juventud punk-heavy. Seguidamente la estación de metro aparece también como un lugar siniestro y sucio, en el que unos misteriosos pasos parecen perseguir a Sharon. Otro joven punk, semienmascarado e intimidante, le regala una entrada de cine. Un breve paseo por la ciudad, fotografía tenebrista, humo y contaminación, hasta llegar al cine Metropól. El viejo cine parece un híbrido entre el modernismo y la mansión gótica. La amiga de Sharon teme que la película que van a ver sea de terror, a Sharon no le importa, parece un arquetipo de esa figura inocente que, a pesar de toda su bonhomía, todavía no distingue entre el bien y el mal, simplemente quiere disfrutar de la tarde en compañía de alguien. Una vez dentro de la sala de cine, seguimos ante una galería de personajes caracterizados por alguna forma de maldad, vicio o nihilismo. Sólo uno de ellos, un "invidente" acompañado por una atractiva mujer, advierte la presencia de algo que es mejor no tocar o con lo que no se debe jugar. Posteriormente, una mujer negra será la primera en ponerse la máscara, no por casualidad es una mujer con aspecto de prostituta que en ese punto de la narración ya acapara todas las características idóneas para que el Mal comience a colonizar la mente de los humanos. Una colonización que comienza en el interior de un cine hasta infectar a toda la sociedad, donde el fuego, la anarquía y la violencia reina en las calles. Y aquí nos podemos parar, porque todo lo demás, exceptuando algún que otro momento digno de una pesadilla kafkiana, ya es obvio y repetitivo. El mensaje de Argento y Bava, por otra parte, es claro: el advenimiento de los demonios es real, ellos ya están aquí. El caso es que ya vivimos en una sociedad satánica, por mucho que los cineastas hayan querido inspirarse en esa realidad para crear una divertida película de jolgorio punk y hemoglobina. Hay una representación en la pantalla de cine, en formato de película de tema fantástico, que es un reflejo de la realidad social existente al otro lado, la del espectador que mira la pantalla. El ser humano, al vivir ajeno a Dios y a la Ley, ya se ha convertido en un receptáculo idóneo para que inteligencias malignas procedentes de otros mundos tomen el control de su mente y vivamos inmersos en la locura y el caos, donde las grandes ciudades y sus formas de ocio y diversión se han convertido en verdaderos centros del Mal.
Por último, mucho se escribe o se dice de esta película refiriéndose a cualidades como el ser pieza ejemplar de una forma de hacer cine extinta pero siempre disfrutable y de su deliciosa artesanía pulp. No obstante, en su cualidad de ser cine de culto está ese factor ideológico de carácter reaccionario que cabe destacar,: ante todo es una película que contribuyó a crear una conciencia del mal o de lucha contra el Mal frente a posiciones neutras y amorales, el Mal como algo que acecha en la realidad de ahí afuera tanto como en la interioridad del alma humana. Un alma que puede estar en disposición de practicar el bien y la justicia conforme al poder de Cristo o, por contra, abierta y sin filtros para ser invadida por el estilo de vida y la filosofía de los demonios. En relación a esto, fijémonos en la transformación y muerte final de Sharon, la chica protagonista, algo que en principio parece un guiño a la tradición misógina de Dario Argento sin mayor relevancia. Pero sucede que termina formando parte de ese mensaje demonológico al que nos referimos y desde el cual emerge la conciencia del mal; por muy mojigata y pura que sea la protagonista principal, al vivir en un entorno demoníaco, y por encima de esa contaminación por vía sanguínea en la cual el virus del pecado se trasmite de cuerpo a cuerpo, inevitablemente, tarde o temprano, formará parte de ese estado social de corrupción que a todos nos envuelve de una forma u otra. No olvidemos la cita de Goya que aparece al inicio de la película proyectada dentro del cine Metropól ( "el sueño de la razón crea monstruos" ) , la idea de un visionario del siglo XIX aplicada al contexto de la sociedad tecnológica del siglo XX y, en concreto, a la técnica del celuloide, desde donde se crean los monstruos que pueden estar ahí afuera y en el interior del alma humana.
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