Consciente o inconscientemente, los guionistas de Dèmoni introdujeron aspectos de moralidad en la acción y el desarrollo de la película, lo cual intensifica ese efecto de conciencia del mal del que hemos hablado en la entrada anterior. Si nos fijamos bien, comprobaremos cómo los ataques y la destrucción tanto del alma como del cuerpo humano llevada a cabo por los demonios responde a una forma de representar un castigo a la mala conducta y a los estilos de vida hedonistas, aunque, como ya vimos, en la conclusión final no deja prácticamente títere sin cabeza ( y luego veremos cómo el único que se salva es el que consigue manejar la espada o katana ). Para ello es menester considerar los distintos perfiles del grupo de personajes que entran en el cine Metropól. Hay un grupo minoritario compuesto por prostitutas, un proxeneta de raza negra, la mujer libidinosa que acompaña al ciego, el hombre solitario que seduce y viola la intimidad de la mujer del ciego, y un hombre maduro de expresión amarga y lenguaje grosero. Empezando por la prostituta que en una manifestación explícita de atracción hacia el Mal es la primera en ponerse la máscara y recibir la infección del pecado, cada uno de ellos son los primeros en ser poseídos por los demonios, y protagonizan la primera parte de la acción de la película, mientras que el resto de personajes, de un perfil más moderado ( correspondiente a lo que diriamos que es gente "normal" y decente ), sobreviven y protagonizan la segunda parte de la acción de supervivencia. Entre todo ello, aparecen el grupito de drogatas que han robado un coche, y que se cuelan en el interior del cine para huir de la policia, quienes pronto también son poseídos por los demonios, a la vez que son quienes dejan la puerta abierta para que la infección salga de la sala de cine y llegue al resto de la ciudad. Todo esto sigue unas determinadas reglas implícitas referentes a cómo las personas más alejadas de Cristo y más proclives al Mal son más rápida y fácilmente dominadas por los espíritus malignos, mientras que el grupo de Sharon y el resto de personas más "normales" consiguen resistir durante un tiempo más. Si Sharon es la corderita principal de la película, el personaje que encarna la humildad y la castidad, debemos fijarnos en otro personaje análogo, la otra corderita llamada Anie, una adolescente acompañada de su novio, también dotada de modestia y carácter humilde, pero más cercana a la lujuria, comparada con Sharon. Sin embargo, aunque Anie es castigada y poseída antes que Sharon - siguiendo ese código moral implícito en la narración - sobrevive durante un tiempo, a pesar de haber recibido una buena dosis de sangre y vísceras infectadas procedente de un endemoniado que es arrojado desde la tribuna de la sala de cine, cayendo justamente sobre Anie. En resumidas cuentas, los personajes de carácter casto y humilde están dotados de una mayor protección y son más resistentes ante la invasión demoníaca. Sharon es la última en caer, y sólo sobrevive el hombre rubio de la Katana, tras protagonizar otra secuencia de carácter simbólico que prácticamente lo eleva a la categoría de héroe ario y que nos recuerda gratamente a otra secuencia de Conan the Barbarian; aquella en la cual, tras vencer a los demonios con la espada, Sharon casi se postra ante él en señal de reverencia, indicando un reconocimiento al verdadero héroe y protagonista de la función, provisto de una bondad y autodisciplina que, hasta ese punto del relato, lucían de forma muy disimulada. Por eso es el que sobrevive por encima del resto, escapando además con una familia modélica también de tipo ario, con el niño y la niña de cabellos dorados que manejan la escopeta y el revólver.
Si bien este factor ideológico y moral parecía insospechado en una película como Dèmoni, hay que decir también que sirve como lección de demonología práctica, pues nos remite a la experiencia de ciertos profesionales que atestiguan haber trabajado en la liberación espiritual ( o exorcismo, como lo llaman en el ámbito católico). Conforme al análisis anterior, los demonios aprovechan las debilidades y la mala conducta humana como una especie de "grieta" por la que pueden colarse y poseer la mente y el cuerpo humano. Por tanto, no es que los demonios sean necesariamente quienes nos susurran al oído para llevarnos al pecado, sino que nuestra natural disposición al pecado facilita el que un demonio ( mediante lo que algunos suelen llamar influencia demoniaca externa ) ejerza su influencia. Por ejemplo, una persona que haya sufrido determinados traumas o malas experiencias puede desarrollar conductas autodestructivas o sentimientos de envidia u odio que serán alimentados y potenciados por un demonio de la envidia, un demonio del odio, un demonio de la autodestrucción, y así un largo etcétera según el tipo de pecado que esclaviza el alma. La posesión indica - aunque normalmente es una posesión de carácter externo que en nada se asemeja a lo representado en el cine - que cuando nos apartamos del Bien que Cristo puede darnos y somos esclavos de nuestras debilidades, nos convertimos en recipientes idóneos para las huestes de maldad. Qué curioso que finalmente resulte ser una película que trasmite un mensaje la mar de conocido y sencillo: pórtate bien, huye de las drogas, la promiscuidad sexual y la delincuencia, apártate del mal, y tendrás una vida próspera.
Por último, ya que nos hemos referido a la moral implícita en la película, queda la gran pregunta acerca de todo esto: ¿De dónde viene esa moral, introducida en una película del género gore?. ¿Es una moral bíblica, es la de Cristo?. Desde luego es una moral derivada de la Palabra de Dios, conforme a esa conciencia del mal que defendemos como algo valioso, pero imbuida de castigo en el sentido de infligir daño y tortura a los pecadores, y ese NO es el espíritu de Cristo. Todo parece indicar que es la moral de la inquisición, moral jesuítica. Investigar cómo esa forma de moral llegó hasta creadores tan bizarros e independientes como Argento y Bava ya es otro cantar, aunque a algunos les bastaría considerar su nacionalidad italiana y el hecho de ser hijos de Roma. O considerar que todo esto no es más que una increíble cadena de casualidades. Así pues, a nivel macrodemonológico, y ubicados en el ámbito de la realidad social y política más actual e inmediata, donde la violencia se va apoderando de ciertas mentes y colectivos, a nosotros como creyentes no nos cabe duda de que inteligencias no humanas están alimentando los instintos de violencia y nos planteamos qué hacer aparte de condenar este tipo de actos. Cultivar la paz por medio de la actitud, invocar expresamente el poder de Cristo para que envíe a sus ángeles contra las huestes malignas que se apoderan de las mentes humanas es nuestro cometido. Y santificarse, y cerciorarse de que no somos un recipiente idóneo para el Mal.
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