HARÁN DE LOS CEMENTERIOS SUS CATEDRALES Y DE LAS CIUDADES VUESTRAS TUMBAS - Darío Argento y Lamberto Bava, 1985



CINE-FÓRUM LITERARIO PARA EL DESARROLLO DE UNA CULTURA APOCALÍPTICA Y EL ESTUDIO DE LA DEMONOLOGÍA

domingo, 13 de junio de 2021

La posesión de Anakin Skywalker

 


Antes que nada, es posible que si tuviéramos que exponer toda la demonología contenida en la saga Star Wars y en cada uno de sus nueve episodios entonces podríamos estar hablando de ella ad infinitum. No obstante, la propuesta consiste en hablar lo mínimo de ella y dejar constancia de los aspectos, a nuestro juicio, más destacables. Dicho esto, vayamos al grano. Lo más importante es el perfil psicológico del personaje conocido como Anakin Skywalker tal y como se nos revela en The phantom menaceAttack of the clones y Revenge of the Sith. Los sucesivos pasos hacia aquello que en las películas de George Lucas se llama el lado oscuro no es otra cosa que una detallada exposición de cómo la mente de un ser humano normal, o incluso de un ser humano especialmente bondadoso, puede terminar sometida y bajo el control del príncipe de las tinieblas (aquí llamado Lord Sidius). Vivimos en un mundo donde los demonios están al acecho esperando hallar alguna grieta por donde poder entrar en el fondo de nuestra mente y corazón y destruir todo lo noble y bueno que pueda haber en nosotros. El demonio en Star Wars aparece bajo la máscara de un personaje humano conocido como Palpatine, mostrándose en esos ojos amarillentos característicos conforme al canon establecido en El exorcista, y que ha sido imitado en el cine de terror hasta la saciedad, aunque parece ser que no es más que eso, un tópico cinematográfico que no tiene ninguna relación con lo observado por los testimonios de casos de posesión reales. En el episodio III George Lucas lo utilizó para expresar la maldad y la locura de Anakin en momentos breves y muy concretos, dejando que la presencia de lo demoníaco en Star Wars sea un asunto envuelto en el misterio, explicado a medias y sugerido, si acaso, en novelas o futuros spin-offs acerca del origen de los Sith. Y es que normalmente asumimos el paso hacia el lado oscuro como el resultado de un proceso psicológico o una decisión voluntaria de hacer el mal, pero es menos habitual considerarlo desde un prisma teológico donde Anakin es, literalmente, poseído por el demonio. De todas formas, y para terminar de momento este punto, J.J. Abrams vino a poner los puntos sobre las íes.

¿Y cómo se llega a ese estado de posesión diabólica?. Hay varios motivos temáticos que convergen en ese sentido. Todo empieza con la historia del niño esclavo que no tiene padre conocido y que por otra parte es arrancado prematuramente del seno de su madre, la figura de apego fundamental. Se convierte en la historia de la construcción de un ego en base a su potencial y a la condición de elegido. La arrogancia de Anakin se convierte en motivo central, como signo de inmadurez e impulsividad. El amor te ha cegado, es una frase clave, pues Padme representa esa figura de apego nunca superada que empieza con la madre y continúa con Padme. La inmadurez espiritual implica un deseo de controlar o poseer a las personas y al entorno. Construir o poseer un Imperio, proteger a la mujer que amas no porque la amas incondicionalmente, sino porque quieres controlarla como parte de ese todo perfectamente controlado. Es decir, Anakin, con su sentido de lealtad hacia sus amigos, a la hermandad de la que forma parte y al sistema de la república, en realidad vive desde su ego ególatra, queriendo confiar en sus propias fuerzas, y no en Dios o, en el lenguaje y la teología propia y específica de la saga, en los grandes designios de la fuerza. Y así se nos muestra la grieta en el alma de Anakin, esa debilidad que aprovecha el Lord Oscuro para animarle a desatar el odio y la violencia contra sus hermanos, contra los separatistas que son masacrados, encontrando el placer en el poder de destruir a aquellos que puedan ser un obstáculo a su deseo de tener el control. Pero el caso es que entonces en realidad se convierte en esclavo del Maligno, quien lo controla a él. Apliquemos todo esto a nuestra vida práctica y cotidiana, porque cada uno de nosotros a menudo se deja llevar por un deseo también de control, es decir, de que las cosas sean como creemos que deben ser, que las personas respondan a nuestras expectativas, que impere la justicia a la manera en que nos gustaría, y un largo etcétera. Ese es también un camino hacia la esclavitud bajo el poder del Maligno. En ese caso, el mejor antídoto es dejar de querer controlarlo todo, cumplir con humildad el propósito que Dios le asigna a cada uno en la intimidad de su conciencia, y que la paz de Dios esté con nosotros independientemente de si los demás responden o no a nuestras expectativas. O, en otras palabras, la liberación de vivir para satisfacer las necesidades de los demás, y no las propias.  



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